Perú: 17 meses de lucha contra el delito (2/4) / Carlos Basombrío Iglesias

«Como en todos los países de América Latina y para el caso del mundo, en el Perú se repite la constante de que la gente se siente más segura en su barrio (incluso en los que no son tan tranquilos) que en la ciudad como conjunto.»

En la primera entrega di cuenta de los diferentes niveles de delito violento en el ámbito urbano y de cómo cada uno requiere un acercamiento específico. Describí cuál creo que es la estrategia adecuada para enfrentar las organizaciones criminales. Me ocupo, en esta segunda entrega, de lo que llamaría la ciudad violenta.

 

Como en todos los países de América Latina y para el caso del mundo, en el Perú se repite la constante de que la gente se siente más segura en su barrio (incluso en los que no son tan tranquilos) que en la ciudad como conjunto.

Ello tiene explicaciones múltiples, desde la percepción de que la ciudad es hostil e insegura, que se refuerza cotidianamente por los medios de comunicación donde vemos multiplicados los asesinatos, los robos violentos y cualquier otra situación que, cuando las comparamos con nuestro entorno inmediato (el barrio), tienden en la mayoría de los casos a ser más alarmantes y frente a los cuales nos sentimos menos preparados.

La segunda razón es que mucha de la criminalidad en las ciudades ocurre en los lugares de tránsito y encuentro. Para que haya arrebatos de celulares, tiene que haber paraderos muy congestionados o autos atrapados en medio del tráfico. Para que haya marcas tiene que haber bancos o casas de cambio. Para que haya discotecas y bares donde la violencia se exacerba, tiene que haber puntos de encuentro. O sea, la ciudad. Ese inmenso mundo anónimo donde todos desconfiamos de todos. Donde el diferente es casi sinónimo del peligroso. VER MÁS…

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